El sol como punto de partida

     Desde el inicio, el ser humano ha puesto su mirada en el cielo, sus fenómenos, y en el sol que, como fuente de luz, calor y vida, se convirtió en un punto focal en el desarrollo de las primeras civilizaciones. No solo fue una deidad para las primeras civilizaciones, sino una guía para la organización, construcción y forma de vivir de sus ciudades. Las primeras civilizaciones utilizaron la dirección y los fenómenos solares como base para su arquitectura, demostrando una profunda relación entre el conocimiento astronómico y la vida cotidiana.

    Uno de los principales ejemplos de esta relación es la orientación de estructuras arquitectónicas clave según la posición del sol. Las pirámides de Egipto, por ejemplo, están alineadas con sorprendente precisión respecto a los puntos cardinales, lo que sugiere que los antiguos egipcios usaban la salida y la puesta del sol como referencia. Asimismo, en América, las culturas prehispánicas como los mayas y los incas construyeron templos y ciudades donde el sol determinaba la disposición de los espacios. El templo de Kukulkán en Chichén Itzá, por ejemplo, genera un fenómeno de luz y sombra durante los equinoccios que simula una serpiente descendiendo por la escalinata, lo que demuestra un avanzado entendimiento del movimiento solar.

    Además de la arquitectura, los fenómenos solares guiaron la creación de calendarios y rituales religiosos. El sol marcaba el paso del tiempo y los ciclos agrícolas, esenciales para la supervivencia. Civilizaciones como la egipcia o la mesopotámica celebraban festividades vinculadas a los solsticios y equinoccios, momentos en que el sol parecía comportarse de forma especial. Este uso del sol como reloj natural permitió establecer rutinas, festividades y prácticas espirituales, reforzando su rol como elemento central en la cosmovisión antigua.

    En conclusión, el sol no solo iluminaba el día de las antiguas civilizaciones, sino que también guiaba su forma de construir, de medir el tiempo y de relacionarse con el universo. Su influencia se refleja en monumentos, calendarios y creencias que perduran hasta hoy, recordándonos que la observación de la naturaleza fue clave en el avance del conocimiento humano.